miércoles, 8 de julio de 2009

La belleza del matrimonio cristiano

Un grupo de matrimonios de la comunidad (y alguno de los allegados habituales) hemos asistido a los cursillos prematrimoniales invitados por D. D. Allí hemos podido redescubrir la magnífica propuesta que La Iglesia hace a los matrimonios: Amar a la/el esposa/o en la dimensión de la Cruz, amar con un amor en el que la entrega es total, fiel, exclusiva y perpetua.

En este amor la premisa es sencilla: el otro es lo más importante, y el conseguir su felicidad es lo único que puede hacerte feliz.

Todo esto, dicho a unos novios que se van a casar puede sonar a utopía, a algo imposible de alcanzar, a una meta que yo, con mis fuerzas no puedo conseguir. Sin embargo, la noticia, la buena noticia, es otra: Se puede, con la ayuda de Dios, negarse a uno mismo, se puede entregarse al otro plenamente, para que sea feliz, para que el otro, que ya es carne de tu carne, encuentre en ti todo lo que busca y necesita. Y te das cuenta que entonces eres feliz, que entonces encuentras que tu matrimonio es pleno, cuando entregas tu vida para el bien del esposo/a.

¿Y con esto hemos acabado la faena? ¿Ya hemos llegado a la felicidad plena? El problema humano es que esta manera de amar no es un estado al que se llegue y en el que el matrimonio se instale definitivamente, sino que es algo que hay que conseguir todos los días, que la entrega debe ser diaria, y eso es lo que el ser humano por su propia voluntad es incapaz de conseguir.
Pero para esto tenemos a la Iglesia. Ella es la que te da las armas para conseguir ser capaz de entregar tu vida todos los días: la oración, la confesión, la Eucaristía, etc. Por que de la Iglesia recibes la Gracia que te hace capaz de amar al otro, y no de amarte a ti mismo, de entregarte al otro y no esperar su entrega. Así el matrimonio puede ser signo del amor de Cristo a su Iglesia, puede ser fecundo, puede ser el lugar en el que seas feliz y en el que Vivas plenamente.

Damos gracias a Dios por la Iglesia que nos revela estas verdades, y que nos ayuda a caminar en el camino del matrimonio cristiano, y rezamos para que muchos matrimonios descubran esta forma de amar que la Iglesia propone, y en la que se puede (damos fe) realmente ser feliz.

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