viernes, 28 de agosto de 2009

Oración de un matrimonio "reo" de familia numerosa y 5 hijas en Lerma

Con un cierto retraso me permito la libertad de subir este testimonio, que creo que puede ayudar a entender los regalos que Dios nos manda día a día. (El repon):

«¿Estáis locos?»

Han tenido que soportar la incomprensión de muchos, pero hoy pueden volver la vista atrás y dar gracias a Dios por una vida matrimonial y familiar plena. En la Seguridad Social, quisieron convencerles para someterle a ella a una operación de ligamiento de trompas, y les echaron, al insulto de integristas. Muchos tampoco entendieron que permitieran a su hija Esther hacerse monja de clausura... Éste es el testimonio-oración que ofrecieron el matrimonio Ripoll, del Camino neocatecumenal, y su hija Elena, durante la celebración del Corpus Christi en Madrid presidida por el cardenal Rouco

Inma: Cuántas veces te he preguntado: «¿Qué quieres? ¿Por qué nos envías tantos hijos? ¿Por qué el paro? ¿Por qué el cáncer del niño?» ¡Qué difíciles fueron los embarazos de los siete! Cinco nacieron por cesárea. Y cada uno venía con un sufrimiento añadido, porque nos atacaban: en la familia, en el trabajo... Incluso en ambientes que se llaman cristianos, nos atacaban los médicos...

Jano: Señor, en cada nuevo embarazo había médicos que me trataban como si fuera un asesino, y me preguntaban: «¿Otra vez por aquí? ¿Pero usted qué es lo que quiere, matar a su mujer?» Y nos echaron de la Seguridad Social porque nos negamos a firmar un papel autorizándoles a ligar las trompas a Inma. Nos llamaron integristas y no sé cuántas cosas más. Al final, acudimos a un ginecólogo con sentido cristiano, y decidimos seguir Tus planes, aunque -perdónanos, Señor- a veces tampoco nosotros los entendíamos. Seis chicas y, por último, un chico. No me los esperaba, y me asombraban Tus planes.

Inma: Nuestros hijos fueron creciendo. Los problemas de pañales se convirtieron en rebeldía. Una de nuestras hijas, Esther, cuando estudiaba Enfermería, pasó por unos momentos difíciles. Le aconsejamos que fuera unos días de descanso a la hospedería de un convento de clausura. Antes de irse, nos dijo que iba con la intención de demostrar a las monjas que Dios no existía: ¡que Tú, Señor, no existías! Y pocos meses después, no sólo te encontró, sino que decidió hacerse monja y entrar en el convento de las clarisas de Lerma.

Jano: ¡Y se montó de nuevo el escándalo! «¿La vais a dejar ir, ahora que está en la plenitud de la vida? ¿Estáis locos?» Pero aunque a mi mujer y a mí nos costaba mucho, nosotros sabíamos, Señor, que ésa era una nueva forma que tenías de bendecirnos. Año y medio después, Esther tomó el hábito.
Inma: Ese día, durante la ceremonia, mis hijas Raquel y Berta encontraron la respuesta. Pusieron nombre al anhelo más profundo de su corazón y decidieron seguir el mismo camino. Y tras el discernimiento oportuno, poco tiempo después, ya teníamos tres hijas monjas de clausura. ¡Se dice pronto, Señor! Nuestra hija Inma estaba en Uruguay, haciendo un voluntariado, y se iba enterando de todo esto por teléfono. Volvió para la entrada de Raquel en el convento..., y su corazón reconoció que también ése era su sitio. Pidió consejo espiritual, y un sacerdote le dijo: «Lo mejor es que te vayas a tomar el Sol». Ella entendió, y se fue a tomar el Sol ante el sagrario, donde estás Tú, el Sol del mundo, el que da la verdadera luz, el calor y el color a nuestras vidas.

Jano: Y también decidió ingresar en el convento. Esto parecía de risa. ¡Cuatro hijas monjas de clausura! Y más incomprensión a nuestro alrededor. ¡Cuántas horas pasamos frente a Ti, en la Eucaristía! Han sido años muy duros, vividos también con mucho gozo. Pero no acaba ahí la cosa. Nuestra hija Elena ha terminado, la semana pasada, la carrera de Magisterio Infantil, y el sábado que viene ingresa en el convento. Al final, nos vamos a quedar con la parejita, con Mar y con Alejandro, que están aquí hoy dándote las gracias.

Inma: Señor, nos cuesta mucho, pero nos sentimos profundamente agradecidos por el don maravilloso de tener 5 hijas entregadas a Dios. Sabes que éstos no eran nuestros planes. Queríamos que se casaran y soñábamos con tener un montón de nietos. ¡Pero son las mujeres más felices del mundo! Llama la atención. María nos enseña a entregártelas de nuevo todos los días.

Jano: Y ahora, Señor, ¿qué hacemos con la furgoneta? ¿Qué hacemos con la casa, que antes era pequeña y ahora se nos ha quedado tan grande? Pero dice el salmo: Me encanta mi heredad, ¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

«Que muchos jóvenes te digan Sí»

A una semana de entrar en el convento, sólo puedo decirte lo mismo que mis padres: ¡gracias! Gracias por haberte fijado en mí, a pesar de haberte negado tantas veces. Te agradezco de corazón los padres que me has dado y la fe que me han transmitido. Sé que vas a cuidar muy bien de ellos y de mis dos hermanos Mar y Alejandro. Bendícelos siempre. En esta tarde del Corpus, te pido, Señor, por todos los que están sufriendo las consecuencias de la crisis económica y moral que estamos sufriendo. Cuánto dolor, cuánto paro, cuántas situaciones difíciles. Te pido también especialmente por las jóvenes y los jóvenes a los que quieres tocar el corazón; para que, ante el miedo de la llamada, sean valientes y respondan con generosidad a la vocación, a tu grito de Amor. Que sean muchas y muchos los que te digan Sí.


Jueves 11 de Junio de 2009

miércoles, 12 de agosto de 2009

Algo del viaje a Lerma

Acabo de llegar y en mi retina y en mi memoria siguen estando ellas.

Tenía ganas de volver a Lerma porque la primera vez que fuí dejaron en mi una impresión imborrable y necesitaba ver de nuevo aquellas caras serenas, felices, satisfechas y escuchar sus voces tantas veces vueltas a oír desde el CD.

Aproveché la entrada de Belén y fuí con varios hermanos de la Comunidad y otros amigos a los que había dicho que no se perdieran esa visita a las Clarisas.

La verdad es que el viaje es una paliza, mas de 1.000 Kmts., no están mal para hacerlos en dos días, pero vale la pena.

Llegamos y antes de ir al hotel, ya nos estaban esperando para un locutorio, y si, eran ellas, las mismas, la misma alegría en los semblantes, las mismas sonrisas, las mismas voces... y el mismo consuelo para el corazón que llegaba ansiando una palabra de bálsamo para tantas heridas como producen las rendijas que dejamos abiertas por donde se cuelan los “diablillos” como ellas cantan.

Y eso que iba recién salida de la “lavadora”- habíamos tenido Penitencial hacía dos días y no tenía el alma cargada de pecados-... Pero siempre queda alguna espina de años clavada que has confesado y te han dado la absolución pero que yo todavía seguía recriminándome. Me habían dicho las mismas palabras que les escuché a ellas, cuando me acusé de mi falta, pero siempre creí que me lo decían por consolarme. Pero cuando le escuché a la... madre?, sor? (no sé cómo se les llama en esa congregación) Jordán contestarle a otra visitante que había expuesto un caso muy similar al mío, las mismas palabras que a mi anteriormente me habían dicho, tanto el P. Daniel, como los Catequistas de la comunidad, se me “abrieron los espíritus” y luego repitieron lo mismo otras madres? Sores?

Y ya no me quedaron dudas, en esta ocasión no me estaban hablando a mi, no se trataba de tranquilizar mi corazón en especial, no, pero lo hicieron. Ellas con sus voces suaves y su serenidad que les brota por todos los poros del cuerpo, sin trauma alguno, arrancaron la espina que llevaba dentro.

Bien sé que fue Dios quién habló por ellas, pero si se quiere al médico que te cura, también se quiere a la mano que te da la medicina. Y eso fueron ellas para mi el sábado tarde, unas dulces enfermeras y …....cómo dicen las Sagradas Escrituras? En el fuerte viento no estaba el Señor, luego, unas suave brisa.......y ahí sí estaba el Señor.

Gracias Dios por haberlas puesto a mi alcance, por haberme llevado hasta ellas y por hacer que las palabras brotaran unas tras otras. Alabado seas en ellas, dales todas las bendiciones que necesitan sus almas, unos hombros fuertes para llevar sus cargas e ilumínalas para que, igual que conmigo hicieron, hagan también con todos aquellos que llamen a su puerta buscando un bálsamo para sus corazones.

Maruja Martínez Coller