viernes, 24 de julio de 2009

Para un verano en plena forma

El obispo de Ibiza, monseñor Vicente Juan Segura, recuerda que «las personas que tienen una vida activa de fe durante el año suelen mantenerla en verano. Ahora, nuestras carencias también se potencian en estos días, de modo que, al que le cuesta confesarse, puede estar todo el verano sin acudir al sacramento de la Reconciliación. Por eso es buen momento para reforzar nuestros puntos débiles y mantener y aumentar aquello que ya solamos hacer». Para que el calor no entibie su vida de fe, aquí le lanzamos algunas propuestas para que este verano. No se trata de que lleve a cabo todas y todos los días, pero quizá alguna puede serle de utilidad para llegar a septiembre con la vida de oración en plena forma.
- Mantener (o iniciar) una oración diaria de, al menos, 10 ó 15 minutos.
- Rezar el Rosario mientras se pasea por la playa o por el campo.
- Buscar los horarios de misa tan pronto se llegue al lugar de veraneo.
- Rezar Laudes, Vísperas o Completas en familia.
- Madrugar un día para rezar en la playa durante el amanecer.
- Al mediodía, invitar a los hijos a rezar el Ángelus.
- Contemplar la naturaleza para descubrir la mano de Dios
- Leer y meditar uno de los cuatro evangelios, de principio a fin.
- Acudir a misa entre semana, y no sólo el domingo.
- Bendecir la mesa también cuando se coma o cene fuera de casa.
- Preparar una oración en familia, con gestos, o canciones, o lecturas en la que participen activamente desde los niños a los mayores.
- Leer un libro de espiritualidad o, por ejemplo, la encíclica Caritas in veritate.
- Participar del sacramento de la Confesión e invitar a los familiares a hacerlo.
- Ofrecerse, en la parroquia más cercana, a colaborar en las lecturas o en otros servicios eclesiales.
- Comenzar el día con un ofrecimiento o con la lectura de un salmo.

(Alfa y Omega)

martes, 21 de julio de 2009

¡Dios mío!
Necesito tu presencia
como el aire que respiro
como el agua de tus ríos
como el pan que nos alimenta

Tú eres
el que mantienes viva mi existencia
el que das sentido a mis tinieblas
el que guias el camino de mi indiferencia

Déjame abandonarme en tí
meciéndome en tu regazo de luz, paz y armonía para hacer vivo tu reflejo en este tiempo de éxito de la sin razón , de pérdida de valores por necedades, de culto a lo finito, externo y acotable.

Para poder ser testigo de tu inagotable fuente de luz y de amor por encima de todo y así poder continuar tu verdad:

"YO SOY DE TODOS
Y ESTOY EN TODOS"

Maruja M.C. (se lo proporcionó al respon)

miércoles, 8 de julio de 2009

La belleza del matrimonio cristiano

Un grupo de matrimonios de la comunidad (y alguno de los allegados habituales) hemos asistido a los cursillos prematrimoniales invitados por D. D. Allí hemos podido redescubrir la magnífica propuesta que La Iglesia hace a los matrimonios: Amar a la/el esposa/o en la dimensión de la Cruz, amar con un amor en el que la entrega es total, fiel, exclusiva y perpetua.

En este amor la premisa es sencilla: el otro es lo más importante, y el conseguir su felicidad es lo único que puede hacerte feliz.

Todo esto, dicho a unos novios que se van a casar puede sonar a utopía, a algo imposible de alcanzar, a una meta que yo, con mis fuerzas no puedo conseguir. Sin embargo, la noticia, la buena noticia, es otra: Se puede, con la ayuda de Dios, negarse a uno mismo, se puede entregarse al otro plenamente, para que sea feliz, para que el otro, que ya es carne de tu carne, encuentre en ti todo lo que busca y necesita. Y te das cuenta que entonces eres feliz, que entonces encuentras que tu matrimonio es pleno, cuando entregas tu vida para el bien del esposo/a.

¿Y con esto hemos acabado la faena? ¿Ya hemos llegado a la felicidad plena? El problema humano es que esta manera de amar no es un estado al que se llegue y en el que el matrimonio se instale definitivamente, sino que es algo que hay que conseguir todos los días, que la entrega debe ser diaria, y eso es lo que el ser humano por su propia voluntad es incapaz de conseguir.
Pero para esto tenemos a la Iglesia. Ella es la que te da las armas para conseguir ser capaz de entregar tu vida todos los días: la oración, la confesión, la Eucaristía, etc. Por que de la Iglesia recibes la Gracia que te hace capaz de amar al otro, y no de amarte a ti mismo, de entregarte al otro y no esperar su entrega. Así el matrimonio puede ser signo del amor de Cristo a su Iglesia, puede ser fecundo, puede ser el lugar en el que seas feliz y en el que Vivas plenamente.

Damos gracias a Dios por la Iglesia que nos revela estas verdades, y que nos ayuda a caminar en el camino del matrimonio cristiano, y rezamos para que muchos matrimonios descubran esta forma de amar que la Iglesia propone, y en la que se puede (damos fe) realmente ser feliz.